 Como me quedaba el
      reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la
      cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la
      calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada
      y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se
      le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa
      tomada. (Acá podés leer la versión original, de J. Cortázar)
Como me quedaba el
      reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la
      cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la
      calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada
      y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se
      le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa
      tomada. (Acá podés leer la versión original, de J. Cortázar)
Irene y yo estábamos muy asustados,
así que sin dudarlo nos fuimos a un hotel. Nos olvidamos de la casa,
pero de nuestras cosas que quedaron no nos olvidamos. Irene seguía
muy asustada y nerviosa. Por suerte llegamos al hotel y ella se quedó
dormida; pobre, tenía una cara de cansada. Yo muy bien que digamos
no estaba, pero tenía que estar bien por mí y por ella.
Al final de todo nos quedamos sin nada
pero nos recuperamos rápido porque yo empecé a trabajar, Irene
empezó a vender algunos tejidos que hacía y además seguíamos
recibiendo la plata que nos llegaba del campo. Con toda la plata que
juntamos nos pudimos comprar una casa. Yo conseguí una novia y me
junté con ella. Irene se casó y se fue a vivir a Brasil con su
pareja y yo me quedé con mi novia.
Después de todo irnos de la casa nos
hizo bien porque progresamos y cada uno pudo hacer su vida. Nunca más
volvimos a ver la casa y jamás nos pudimos enterar de quién la
había usurpado.
Autora: Natalia L.
 
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