Como me quedaba el
reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la
cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la
calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada
y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se
le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa
tomada. (Acá podés leer la versión original, de J. Cortázar) En la casa no se
escucharon más ruidos, la puerta quedó cerrada con llave y nunca
más se abrió, ya que no habíamos comprobado si realmente estaba
tomada. Para mí siempre será un misterio que no nos quisimos
arriesgar a resolver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario