domingo, 16 de junio de 2013

Casa tomada (versión de Noelia G)



Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada. (Acá podés leer la versión original, de J. Cortázar)

Luego nos fuimos caminando para ver hasta dónde podíamos llegar y llegamos a una playa en donde había una vieja amiga que nos preguntó que “qué hacíamos solos a esa hora”.
Nosotros le contamos todo lo que estaba pasando en nuestra casa y ella nos dijo si queríamos quedarnos a dormir en su casa, a lo que nosotros dijimos que sí.
Al otro día nos llevó hasta un curandero de casas. De allí nos dirigimos con él hacia nuestra casa. Cuando llegamos nos acordamos que yo había tirado las llaves por la alcantarilla. Yo me fije si seguían estando allí y se veía que estaban, entonces agarré una rama que estaba por ahí cerca e intenté agarrar las llaves, hasta que pude. El curandero entró a la casa y la curó diciendo oraciones religiosas y tirando agua bendita. Nos dijo que tenía que venir unos días más para que quedara bien curada y no pasara más cosa.
Al otro día nos enteramos que el curandero se había muerto de un paro al corazón. Nos preocupamos, porque pensamos que había sido algún espíritu de nuestra casa; bué, si es que había. Así que con Irene decidimos irnos de nuevo. Pero esta vez no tiré las llaves, las guardé. Fuimos viajando por todo el mundo, porque en cada casa que intentábamos quedarnos se seguían escuchando ruidos extraños. Conocimos creo que casi todo el mundo. Aprendimos un montón de idiomas y ahora si llegamos a estar en alguna casa no sentimos ningún ruido extraño. Pero como ya nos acostumbramos a viajar por todas partes sin quedarnos siempre en un mismo lugar seguimos viajando durante un tiempo. Hasta que un día Irene murió, que triste día fue ese, desde ese día no viajé más hacia ningún lado. Me volví a nuestra primera casa; bueno, ya no es nuestra, es mía; y sigo recordando a Irene cuando tejía.

Autora: Noelia G

No hay comentarios:

Publicar un comentario